Lo que mejor revelan los sacramentos es la convicción de que la intención amorosa de Dios es salvar a la humanidad, no juzgarnos ni condenarnos.

Hay muchas maneras de hablar sobre el significado de los sacramentos. Una de las más convincentes es que son acciones que revelan y ocultan a Dios. Esto no implica que siete, y sólo siete acciones, tengan este poder sagrado. Todo lo contrario: los sacramentos enumerados por la iglesia (Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Unción de los Enfermos, Matrimonio y Orden Sacerdotal) nos recuerdan de cuántas maneras Dios busca ser conocido por nosotros.

Así encontramos a Dios obrando en la acogida y en la misión y en las comidas. Experimentamos a Dios en horas de perdón y sanación. Anticipamos a Dios en las relaciones amorosas y el llamado al servicio. Como dice el teólogo Mark Francis, lo que mejor revelan los sacramentos es la convicción de que la intención amorosa de Dios es salvar a la humanidad, no juzgarnos ni condenarnos. Esta intención no es solo la base de los sacramentos, sino de la existencia de la iglesia en general.

¿Cómo es que muchos de nosotros logramos perdernos esta hermosa idea? Lo más probable es que hayamos aprendido nuestras lecciones sobre los sacramentos sin siquiera apreciar su significado. La definición tradicional de un sacramento que nos enseñaron es que es una señal externa instituida por Cristo para dar gracia. Esta fórmula, popularizada en el Concilio de Trento (1545-1563), fue el resultado de una época a la que le encantaba clasificar las cosas, especialmente porque la Reforma protestante estaba en proceso de desafiar todas las prácticas de la iglesia institucional. Numerar los sacramentos y explicar cómo imparten gracia (al imprimir un carácter indeleble o un sello en el alma, por ejemplo) se convirtió en el plan de lección. Recitar listas y fórmulas se volvió más importante que comprender lo que comunican estas acciones simbólicas.

Un sacramento es un evento que surge del misterio: lleva un componente oculto de amor y poder divinos que se manifiestan en el espacio y el tiempo. San Agustín prefirió describir un sacramento en lugar de definirlo. Él lo llamó una "palabra visible". Esto encaja más con la teología contemporánea, que nombra a la encarnación de Jesús como el primer sacramento y a la iglesia como el segundo. Si Jesús es el sacramento de Dios—que revela y oculta la "palabra visible"—y la iglesia es el sacramento de Jesús, ustedes y yo podríamos ser correctamente llamados sacramentos de la iglesia. Empezamos a comprender por qué es tan importante la participación reflexiva en los siete momentos sacramentales de la vida de la iglesia. Entrenan nuestra visión para ver dónde se esconde Dios, y dónde busca ser revelado, dondequiera que nos lleve la vida.

Escrituras: Proverbios 8:22-36; Sabiduría 6:22; Mateo 11:25; 13:10-17; Juan 1:1-5, 14; Romanos 16:25-27; 2 Corintios 1:21-22; Efesios 1:7-14; 4:11-16; Apocalipsis 7:2-8

Libros: The Sacraments: An Interdisciplinary and Interactive Study, by Joseph Martos (Liturgical Press, 2009). The Sacraments and Justice, Doris Donnelly, ed. (Liturgical Press, 2014).


Reprinted with permission from PrepareTheWord.com. ©TrueQuest Communications.

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