¿De dónde proviene la enseñanza católica sobre el aborto?

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Sostenemos que el valor fundamental de la vida humana no se mide por los logros personales, sino por nuestro origen y destino en Dios.

Nuestra fe reconoce a Dios como el autor de la vida. Esta comprensión hace que toda vida merezca la bienvenida y el respeto. Como lo explica el teólogo moral James Hanigan: "La concepción, el embarazo y el nacimiento no son, a los ojos de la Iglesia, asuntos privados como lo tendría la Corte Suprema, sino asuntos de interés fundamental para Dios y para toda la comunidad humana".

Los documentos de la iglesia primitiva (véase la Didaché y la Carta de Bernabé) prohibían categóricamente los abortos. El escritor cristiano Atenágoras (siglo 2) comparó cualquier medida abortiva con el homicidio. No todos los padres de la iglesia estuvieron de acuerdo. Jerónimo y Agustín enseñaron que la vida humana comienza cuando los "elementos dispersos" forman un cuerpo discernible, mientras que Basilio descarta las distinciones basadas en el desarrollo fetal. Tan pronto como la primera ley canónica fue codificada (alrededor de 1140), la gravedad del aborto se midió según si el feto se formó o no y se "animó". El aborto de un feto no “animado” se consideró un pecado grave, pero no lo suficientemente grave como para requerir la excomunión. En 1869, la biología de la fertilización se entendió mejor y las distinciones canónicas de la animación se abandonaron.

Hoy, tres principios enmarcan el argumento de la iglesia contra el aborto. Los primeros dos no se derivan de la revelación, sino de la ciencia. En primer lugar, científicamente se admite que un óvulo fertilizado es una vida genéticamente única. Si su progreso no se interrumpe, esta vida eventualmente será identificada universalmente como un ser humano. Esto define el aborto como la toma evidente de una vida humana, una clara violación del quinto mandamiento.

En segundo lugar, la ciencia no puede distinguir un momento en el proceso de desarrollo en el que esta vida genéticamente única parte de una naturaleza preliminar o potencial para "cruzar la línea" hacia la humanidad plena. Por lo tanto, los intentos de trazar esa línea en una etapa dada son simples decisiones, no determinaciones reales de la humanidad. En tercer lugar, sostenemos que el valor fundamental de la vida humana no se mide por los logros personales, sino por nuestro origen y destino en Dios. La vida en el útero es tan valiosa para Dios como la persona al final de la vida. Esto es, para Dios, la misma persona.

Estos argumentos no son sobre los derechos civiles sino sobre el significado de la vida en conjunto. No pretenden abordar las realidades sociales y económicas que enfrentan las mujeres y las niñas que conciben en circunstancias indeseables o insolidarias. Tampoco hablan del verdadero peligro que a veces enfrenta la otra vida inestimablemente valiosa en la ecuación del nacimiento, la madre misma. Se necesita más enseñanza.

Escrituras: Génesis 1: 26-28; Éxodo 20:13; 21: 22-23

Libros: The Seamless Garment: Writings on the Consistent Ethic of Life, by Cardinal Joseph L. Bernardin (Orbis Books, 2008)

Tough Choices: Bringing Moral Issues Home, by Sean Lynch (Ave Maria Press, 2003)


Reprinted with permission from PrepareTheWord.com. ©TrueQuest Communications.

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