Dar de Comer a los Amigos de Jesús

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Padre Guy Blair, S.C.J.
"ME PARECE que es muy fácil ignorar a la gente pobre. Nadie quiere
tenerlos cerca," dice Padre Guy Blair, S.C.J. "Las personas tienen miedo
de que sean parte de su vida. Sólo mira la economía actual y
la forma en que la gente pierde su trabajo."
INICIAR UNA LUCHA y terminarla son dos cosas totalmente diferentes.

El Padre Guy Blair, S.C.J. aprendió esa lección de la forma más difícil, cuando su ministerio dio un vuelco inesperado hace algunos años, durante una controversia acerca de un "problema de imagen" causado por su refugio para gente sin hogar en Green Bay, Wisconsin.

Como acérrimo defensor de los sin hogar, Blair abrió la escuela y gimnasio contiguos a su parroquia, San Juan Evangelista (St. John the Evangelist), a personas sin techo durante los crudos inviernos de Wisconsin.  Luego se convirtió en el "pararrayos" de la controversia cuando un grupo de la comunidad y del ayuntamiento que  expresaba fuertemente sus ideas hizo blanco en esta parte de su misión de vida.

Las personas con quienes comía Jesús

Si bien Blair nunca tuvo la intención de convertirse en la imagen de los defensores de las personas sin hogar en Green Bay, se dio cuenta de que su pasión podía convertirlo en un líder intrépido.  Si alguien debía velar por los ignorados entre nosotros, pensó, bien podría ser él.

"No tenía planes de abrir un albergue, o de involucrarme en ningún tipo de controversia," dice Blair.  "Pero fue una necesidad, y pensé ¿cómo podemos ser una iglesia y afirmar que predicamos la buena nueva, y no tender la mano de alguna manera a estas personas? ¿La misma gente con la que Jesús se relacionaba, comía, quería como parte de su vida, las personas marginadas de hoy en día?"

"Me parece que es muy fácil ignorar a la gente pobre.  Nadie los quiere en su vecindario.  Nadie quiere tenerlos cerca.  Las personas tienen miedo de que sean parte de su vida.  Sólo mira la economía actual y la forma en que la gente pierde su trabajo.  Es una realidad que está siempre presente y la gente no quiere hacerle frente."

Blair se encontró frecuentemente sentado con los sin techo a la hora de comer, escuchando sus historias, sin que le ocultasen ningún detalle embarazoso. "Me conmovió darme cuenta de que a menudo el mejor regalo que puedo dar a otra persona es simplemente escucharla," dice Blair.  "No puedo salvar a nadie.  Y podría pensarse, bueno, como sacerdote yo debería haber tenido esa revelación hace mucho tiempo.  Pero en ocasiones he actuado de manera en que he intentado salvar o convertir a la gente, sin darme cuenta de que ese es asunto del Señor."

"Entonces, simplemente escuchaba esas historias de la gente a quien nadie más quiere escuchar-porque nadie quiere sentarse a oír lo que una persona sin hogar quiere decir, o de dónde vienen.  Pero contar sus historias puede ser una cura para ellos.  En cierto modo, fue una cura para mi también."

Oír un llamado

La singular evolución del ministerio de Blair muestra justamente cuán reveladora puede ser la obra de Dios.

Cuando estaba creciendo en la pequeña ciudad de Stafford Springs, Connecticut, dice Blair, la iglesia de los años 50 y 60 era el único centro de actividad social en la comunidad de su niñez.  Sin centros comerciales o salas de cine para llenar el vacío, Blair pasó una gran parte de su juventud en reuniones de la iglesia, o como monaguillo voluntario, al tiempo que aprendía acerca del "cuerpo místico de Cristo."

Padre Guy Blair, S.C.J. talking to fellow priestsEn un giro irónico, él recuerda vívidamente que en 8º grado se le sugirió que el podría ser un excelente sacerdote-una recomendación que consideró seriamente, hasta que, con un amigo, visitó un seminario de escuela secundaria.  Blair se sintió tan desanimado por la atmósfera "de prisión" de su interior, que pensó que ese capítulo de su vida se había cerrado oficialmente.

Sin embargo, su motivación cambió en la escuela secundaria cuando visitó a los Sacerdotes del Sagrado Corazón y vio cómo su devoción por el servicio podía dar lugar a la realización personal.  Sin pensar que dejaría la comodidad de una pequeña ciudad para ir a una gran ciudad, aún así ingresó al programa universitario del Sagrado Corazón en Chicago.  Después de tomar los votos definitivos y de estudiar en la Unión Teológica Católica (Catholic Theological Union), se dedicó al primer llamado de su vocación sacerdotal:  trabajar con la comunidad de sordos.

"Había conocido a una persona sorda cuando era niño, y me sentí profundamente inspirado por esta mujer, que me preguntó si podía explicarle la Resurrección," dice Blair. "En ese entonces, yo sólo tenía alrededor de 12 años, y le dije, 'Has sido Católica toda tu vida.  ¿Cómo puedes no conocer el significado de esa palabra?'  Y ella me dijo que era sorda, y nunca había oído un sermón o una lectura de las escrituras, u oraciones, o música, en ninguna de las liturgias a las que asistía."

Como su amiga podía comunicarse verbalmente, Blair todavía no se daba cuenta de lo que significaba estar totalmente privado del habla, hasta que tomó una clase nocturna de lenguaje de signos en un instituto de la comunidad de Chicago.  Trabajar con los sordos se convirtió en su mira principal cuando se mudó a San Antonio, Texas-hasta que, como Dios lo ha permitido frecuentemente a Blair, se abrió otra puerta.

Una invitación inesperada

Con una comunidad de miles de personas sin hogar en San Antonio, Blair se convirtió en un experto en la preparación de sándwiches, a medida que daba de comer a quienes llegaban a la puerta de la casa parroquial de la iglesia Católica de San Francisco de Paula (San Francesco di Paola Catholic Church) en busca de una comida diaria.  Finalmente, encabezó un programa en el que los feligreses preparaban sándwiches hasta para 200 personas por día.  Esto los condujo a una despensa de alimentos y otras iniciativas de voluntarios dirigidas a brindar alivio inmediato a quienes vagaban por las calles.

Su ministerio con los sin techo en Green Bay tuvo un inicio más bien inofensivo cuando su comunidad religiosa lo envió a St. John, la parroquia continua más antigua de Wisconsin, hace más o menos cuatro años.  La Coalición de Vivienda y Personas sin Hogar de Brown County (Brown County Housing and Homeless Coalition) invitó a Blair a una reunión, y cuando la discusión se centró en la falta de un albergue patrocinado por la iglesia en la ciudad, a Blair se le prendió un foco en la cabeza.  Recordando el impacto que había tenido su iglesia en San Antonio, Blair ofreció la escuela y gimnasio vacíos de St. John como refugio para los sin techo, tal vez ingenuamente.

"Fue abierto para personas que no eran aceptadas en otros albergues para gente sin hogar", dijo.  "Entonces, estas son personas con problemas emocionales severos, cuestiones de abuso de alcohol y de sustancias, gente que había adoptado el ser sin techo como estilo de vida."

"Mira, no funcionamos como una posada ('bed and breakfast').  No les damos solamente una comida, un lugar para dormir, y les decimos que se vayan en la mañana.  Lavamos la ropa de la gente que tiene vestimenta, ofrecemos artículos de tocador, les ayudamos a encontrar departamentos, trabajos y beneficios de Seguridad Social (Social Security), beneficios por discapacidad.  También ayudamos a los veteranos a ponerse en contacto con los beneficios a que tienen derecho legalmente.  A veces ayudamos a las personas a encontrar a otros miembros de su familia.  Atender cada caso es una parte importante del programa de albergues para la comunidad.  Y es una enorme cantidad de trabajo."

No en sus patios

Actualmente en la cuarta temporada de funcionamiento entre Noviembre y Abril de cada año, el albergue tuvo sus momentos difíciles para conseguir voluntarios y miembros de la comunidad para ayudar.  Pero en general funcionó sin demasiadas interferencias hasta el verano de 2007.

Preocupados por informes de problemas con la policía en el albergue, los miembros del Ayuntamiento de Green Bay (Green Bay City Council) se mostraron insatisfechos con el estado de St. John, poniendo a Blair en el ojo de una tormenta pública que, según él, estaba más relacionada con que el albergue no "era adecuado para el plano de un centro de la ciudad reluciente, con condominios y paseo junto al río."

Los dirigentes de la Ciudad se negaron a emitir un permiso condicional de uso, para permitir que St. John funcionase otro invierno más, y cuando Blair comenzó a prepararse para desafiarlos, los funcionarios intimaron con que podrían imponer a St. John una multa de hasta 600 dólares por día por violar las normas de zonificación de la ciudad.

Una vez que el debate se empezó a ventilar públicamente, la intervención de la Diócesis Católica de Green Bay y del ex Arzobispo de Milwaukee (actual de la ciudad de Nueva York), Timothy Dolan, hizo posible que se ofreciese una rama de olivo.  El albergue podía seguir abierto y Blair continuaría ocupándose de las operaciones día a día.

En principio, la ciudad presionó, pero Blair presionó más.  Y aunque todavía existen "protestas y habladuría" acerca de St. John, al haber asumido la diócesis la responsabilidad por el albergue, el asunto ya no es el semillero de controversia política que fue en su momento.

"Ciertamente, no le causa gracia, pero él sabía que venía incluido en el trabajo," dice Tony Pichler, quien ha trabajado con Blair en la Mesa Directiva de St. John cuando se desempeñaba como director de la diócesis para la Formación de Ministros Laicos (Lay Ministry Formation).

"No quiero hablar en tono demasiado dramático, pero él se parece mucho a un profeta del Antiguo Testamento.  Él nos llamó a regresar, llamó a la gente a regresar a una relación con Dios, a hacer lo que fueron llamados a hacer.  En cierto sentido, él estaba llamando a la ciudad para que hiciese lo que debía hacer por los más pobres entre los pobres.  Él estaba llamando a la diócesis, a la iglesia, a hacer lo que debe hacer: dar de comer a los hambrientos y dar refugio a los que no tienen hogar."  Con más de 500 voluntarios en el albergue, dice Pichler, es evidente que la pasión de Blair por la causa ha conmovido a los miembros de la comunidad de manera profunda.

Un llamado de atención

Hombre de hablar suave que sin embargo no se anda con rodeos, la preocupación de Blair por la gente sin hogar tiene también una conexión familiar.  Sin que él se enterase en su momento, sus propios padres estuvieron sin hogar por un breve lapso en los años 80. Blair prefiere no entrar en detalles, pero dice que las circunstancias forzaron a sus padres a desplazarse y vivir en su auto, porque no había programas de ayuda a la comunidad ni albergues en esa época.  Blair reflexiona a menudo sobre este asunto y se da cuenta de que siempre debe tenderse la mano para ayudar.  "Cualquiera puede perder sus sueños y perder la esperanza por circunstancias fuera de control," explica él.

Cuando mira hoy el camino futuro de su ministerio, lo describe como saliendo de un "letargo" de 59 años.  Aún cuando la iglesia cambia a su derredor y los tiempos se hacen más difíciles para las parroquias con un solo sacerdote como la suya, agradece que la edad le haya ayudado a abrir los ojos a lo que él llama el "verdadero trabajo" de Dios.  "Ahora comprendo que trabajar con la gente, y particularmente con gente necesitada, realmente alimenta el espíritu."

Muchos Católicos sordos e incontables personas sin hogar de las frías calles de Green Bay dirían que la revelación de Blair es su buena fortuna.

Thomas RozwadowskiThomas Rozwadowski es reportero de la Green Bay Press Gazette.




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