Cinco señales de que la vida religiosa podría ser adecuada para ti.

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Hermana Colleen Smith, A.S.C.J.
 LA HERMANA COLLEEN Smith, A.S.C.J. (extrema derecha) reza con mujeres que participan en un retiro de discernimiento--una forma de ayudar a descubrir si Dios "te está enviando una señal."
No hace mucho tiempo que una joven me planteó esta pregunta: “¿Dios envía señales?” Ella había estado rezando a Dios pidiendo una señal muy específica que pudiera aliviar definitivamente las dudas de su mente, de que Dios realmente la estaba llamando a la vida religiosa consagrada. ¿No anhelamos todos esa clase de caridad?

    Pero ¿puedes realmente esperar que Dios revele la voluntad de Dios para ti enviándote señales tangibles? Sea o no sea posible, a menudo los jóvenes hombres y mujeres esperan que Dios les muestre una señal obvia que confirme a dónde los está guiando. La sencilla verdad es que realmente no puedes calcular qué “señal” debería mandarte Dios exactamente, ni puedes esperar que Dios responda “en el momento preciso.”

    No obstante, nuestra fe nos asegura que Dios siempre está comunicándonos la voluntad de Dios. El mensaje de Dios es coherente, seguro, e indiscutible. La carta a los Efesios resume las intenciones de Dios para nosotros: “Dios nos ha dado la sabiduría para comprender completamente el misterio, el plan a ser decretado en Cristo en la plenitud del tiempo: a reunir todas las cosas en una en Él, en los cielos y en la tierra” (1:9-10)

    ¡Ese es el plan! Y cada “señal que viene de Dios simplemente nos recuerda que finalmente nuestra vocación va a ser un medio para una unión duradera con Dios. Para que no estemos solos en este viaje, Jesús nos da al Espíritu Santo para guiarnos en el camino. De hecho, el Espíritu Santo nos enseña cómo leer las “señales” que nos indican la dirección correcta.  Éstas son cinco de las “señales de tráfico” que he descubierto en el viaje de discernimiento.

1. Una paz incomparable
San Ignacio de Loyola enseña que su deseo y nuestra única opción deben ser esto: Yo deseo y yo elijo lo que mejor me conduzca a la vida de Dios que se profundiza en mi” (no. 23).
Dios no te llamaría a la vida religiosa consagrada y luego dejaría de revelarte de algún modo esa vocación. En vez de algún tipo de señal externa, la tradición ignaciana dice que una profunda paz interior es la señal más verdadera.

    Una y otra vez he visto a jóvenes mujeres que sienten una gran inquietud en su proceso de discernimiento, pero cuando finalmente se rinden y dicen “sí” a lo que su corazón les dicta que es el plan de Dios, sienten una profunda paz. El momento crucial llega cuando quienes disciernen reconocen que Dios no los está llamando a ser ninguna otra cosa que lo mejor de sí mismos. Una mujer me describió esta sensación cuando me dijo, “me siento como quien recién ha llegado a su propio hogar.” Una paz incomparable o, como dice Jesús, “una paz que el mundo no puede dar” (Juan 14:27), es la primera “señal” de que has encontrado la voluntad de Dios.

2. Tu deseo más profundo
La segunda señal está también integrada con la tradición espiritual ignaciana: tus propios deseos más profundos de hecho reflejan realmente los deseos más profundos de Dios para ti. Una joven, llorando, me dijo una vez: “¡Deseo tanto que Dios me esté llamando a la vida religiosa! No deseo ninguna otra cosa que entregar mi vida completamente a Él.”  “Entonces, ¿por qué estás tan conflictuada todavía?” le pregunté. “Porque,” me dijo suspirando, “¿qué pasa si no es allí a donde Dios me está llamando?” Ignacio nos asegura que Dios ha puesto los deseos más profundos de Dios para nosotros dentro de nuestros propios corazones. Pregúntate: “¿Me sentiría desilusionado si Dios no me estuviese llamando a la vida religiosa?”
    
Para saber lo que realmente deseas, por otra parte, tienes que ir más allá de todos los mensajes culturales que te dicen qué “debería” hacerte feliz. Tal vez necesites ir más allá de las expectativas de tu familia en cuanto a quien “podrías” ser. A través del silencio y la oración, gradualmente vas a llegar a escuchar esa tranquila voz interior y, con la gracia de Dios, tendrás el valor de confiar en que estos profundos anhelos internos son realmente de Dios.
    
Es frecuente que al principio los hombres y mujeres llamados a la vida religiosa se resistan a las motivaciones de Dios. Aún San Pedro exclamó, “¡Déjame, Señor!”  “¡Soy un pecador!” (Lucas 5:8). Sin embargo, si somos realmente honestos con nosotros mismos, hay una sutil atracción hacia esta vida. Nos sentimos inclinados a consagrarnos a Cristo, a la oración en común, a vivir en una comunidad de amor, y a dar testimonio del evangelio de manera radical. Mediante una buena dirección espiritual, oración y silencio, puedes llegar a dar nombre a tu más profundo deseo, que podría sencillamente ser dejar todo y responder a la invitación de Jesús, “sígueme” (Lucas 5:27).

3. Con Dios todo es posible
Otra “señal” de que Dios podría estar llamando a una persona a la vida religiosa es que paulatinamente lo imposible se vuelve posible. Si Dios te está llamando, ¿entonces no crees que te daría las gracias y dones necesarios para concretarlo? Sin embargo eso no significa que el camino está siempre perfectamente libre de asperezas. A veces existen obstáculos—algunos creados por nosotros mismos y algunos externos.

Cuando María le dio el “sí” a Dios en la Anunciación, claramente existían obstáculos para superar: qué decirle a José; cómo respondería la comunidad; la necesidad de registrarse para el censo. No obstante, para mostrarle a María que “nada es imposible para Dios” (Lucas 1:37), el ángel le dijo que aún su prima Isabel había concebido un niño en su vejez.

Me he maravillado repetidamente cuando Dios aparentemente ha “movido montañas” en la vida de las personas a quienes Dios llama. Una joven no tenía los medios económicos para pagar su seguro de salud durante el periodo de postulación para ingresar en mi comunidad, pero en su último día de trabajo quedó maravillada cuando su empleador le anunció que ¡su regalo de despedida iba a ser un año de cobertura de seguro de salud!
    
Otra joven se debatía internamente en cuanto a aceptar que nunca concebiría sus propios hijos. Al reconocer este doloroso conflicto interior ante Dios durante la adoración eucarística, súbitamente se dio cuenta de que aunque no tendría hijos propios, estaría llamada a ser “madre” de muchos hijos de Dios. El asombroso regalo fue que esta revelación le trajo una gran alegría y sin más ni más estuvo lista para aceptar su vocación.  Una vez más lo imposible se hizo posible.

4. Los demás lo pueden ver
Otra señal del camino es cuando otras personas ven la gracia de Dios en tu vida y afirman que realmente serías una maravillosa hermana o hermano religioso, o sacerdote. A menudo los candidatos desconfían de sus propios méritos. Si bien sabemos en nuestros corazones que Dios nos llama en nuestra debilidad humana, a veces racionalizamos las numerosas razones por las que no deberíamos ser llamados. Necesitamos dejar esta elección a Cristo y recordar que Jesús dijo que “no fuiste tú quien me eligió, sino yo que te escogí a ti” (Juan 15:16).
La Hermana Colleen (a la cabecera de la mesa) comiendo con participantes durante un retiro de discernimiento.
LA HERMANA COLLEEN (a la cabecera de la mesa) comiendo
con participantes durante un retiro de discernimiento.

Una joven que recién había iniciado el proceso de solicitud para ingresar a mi comunidad, los Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús, se encontró casualmente con una amiga de la escuela secundaria. Cuando su amiga le preguntó qué pensaba hacer después de graduarse en la universidad, le respondió, “¡voy a solicitar mi ingreso como Apóstol [del Sagrado Corazón de Jesús]!” Su amiga le respondió inmediatamente, “¡Por supuesto! ¡Tienes el carisma de los Apóstoles!—el espíritu de mi comunidad. Si bien no estaba buscando una señal directa, esta joven candidata reflexionó que realmente había sentido que Dios le estaba hablando en este momento. Muy frecuentemente cuando Dios está llamando a alguien a la vida religiosa, Dios confirma este llamado a través de otras personas.

5. La alegría: la señal irrefutable
El sacerdote jesuita y científico Pierre Teilhard de Chardin nos recuerda: “La alegría es la señal más infalible de la presencia de Dios.” La señal de tráfico más segura de todas es una alegría tangible que burbujea y se derrama en todos los aspectos de la vida. Cuando los jóvenes hombres y mujeres se abren a la voluntad de Dios y dicen su propio “fíat”—el “hágase tu voluntad” de María al ángel Gabriel—una alegría palpable parece emanar.
  
La propia plegaria de Jesús por sus discípulos fue que su “alegría estuviese en ellos y esa alegría fuese plena” (Juan 15:11). Dios no desea nada menos que la plenitud de la alegría para ti; por lo tanto la más clara de las señales es una profunda sensación de alegría que no puede ser contenida. Una joven me escribió hace poco: “¡Hasta mis compañeros de trabajo se dan cuenta de que sonrío cada vez que hablo de los Apóstoles!” ¡La alegría es claramente la más vívida de las señales de Dios!

¿Qué significa todo esto?
Cuando estaba trabajando en este artículo mientras estaba en un avión, yendo a mi siguiente retiro de discernimiento, miré por la ventana y me pregunté nuevamente, “¿Realmente, Dios envía señales?” Casi me reí en voz alta cuando vi un arcoíris extendido a través de las nubes. “Igual que en los días de Noé,” pensé, “Dios sigue enviándonos señales.” Ahora me doy cuenta de que todas las señales de Dios siguen apuntando a la misma realidad: “¡Estoy contigo! ¡Nunca te dejaré!”
    
Dios está constantemente comunicándonos la voluntad de Dios cada día de nuestras vidas: “para reunir todas las cosas en una en Cristo” (Efesios 1:10). Puedes estar seguro de que el plan de Dios se está desplegando a medida que experimentas una paz inquebrantable; descubres y confías en tus más profundos deseos; lo imposible súbitamente se vuelve posible; otros afirman la gracia de Dios en ti; y finalmente una alegría inconfundible te da esa señal reveladora:  Dios está contigo.

 


La Hermana Colleen Therese Smith, A.S.C.J. es la directora de vocaciones para la Provincia de los EE.UU. de los Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús. Tiene una licenciatura en inglés y una maestría en teología, como también en administración y supervisión.

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