Deja que la Palabra de Dios abra las puertas de tu corazón

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“SIEMPRE QUISE SABER cómo orar con la Biblia, pero nunca supe cómo empezar”, me dijo Jenny después de un retiro que ayudé a dirigir. Ella estaba tan conmovida por su nueva experiencia de rezar con las Escrituras que tenía lágrimas en los ojos cuando me agradeció.

DIOS DESEA entrar profundamente en nuestros corazones. Pero
Dios tocará y esperará. Con la lectio divina abrimos las
puertas y le damos espacio a Dios en nuestros corazones.

Jenny no es la única. Hay un creciente deseo entre los jóvenes y adultos jóvenes de la iglesia por aprender cómo abordar las Escrituras de una manera personal y con oración.

Lo que Jenny aprendió en ese retiro fue el antiguo arte de la lectio divina. Estas palabras en latín simplemente significan “lectura divina”. La práctica de la reflexión orante de la Palabra de Dios ha estado presente todo el tiempo desde que los hombres y las mujeres conocieron la Palabra de Dios. Sin embargo, con el tiempo se desarrolló una práctica en particular que llegó a ser conocida como lectio divina.

Hay cuatro “movimientos” en esta oración: lectio, meditatio, oratio, y contemplatio.

Preparación para la lectura divina
Antes de abordar estos cuatro movimientos específicos, es útil mencionar algunos concejos básicos para la preparación de la lectura orante de las Escrituras:

  • Lugar. Encuentra un lugar y un momento tranquilos para orar. Es mejor cuando puedes ser constante.
  • Postura. Ponte en una postura cómoda y relajante, pero que no te produzca sueño.
  • Pasaje. Prepara tu pasaje de las Escrituras antes de comenzar.
  • Oración. Pide al Espíritu Santo que te ilumine. La oración puede ser tan sencilla como: “Ven Espíritu Santo, abre mi corazón para escuchar la Palabra de Dios”.

Los cuatro movimientos de la lectio divina
Lectio, “la lectura”, es el primer movimiento de la lectio divina. Se comienza con una lectura pausada y atenta del pasaje de las Escrituras. Generalmente es mejor no intentar leer pasajes largos, sino más bien tomar sólo algunos versículos. Cuando leas, mantente alerta a cualquier palabra o frase que parezca “presentarse” ante ti.

Nunca olvidaré un día en que estaba leyendo en Mateo 10 sobre la misión de los 12 apóstoles. Debido a que este pasaje es bien conocido, continué sin mayor expectativa: “Curen a los enfermos”, y todo eso. Entonces, sin previo aviso, siete palabras parecieron iluminarse con luces de neón: “Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente”. ¡Fue como si nunca antes hubiera visto estas palabras! Sentí como si las hubieran puesto allí tan sólo para que yo las viera. Ese fue claramente el mejor momento para hacer una pausa y profundizar.

Meditatio significa “meditación”. Hacemos una pausa en la lectura para tener tiempo de reflexionar y preguntar: “Dios, ¿qué quieres decirme con esto?” Meditatio implica escuchar y requiere deseo y la apertura voluntaria del corazón. Tan pronto como las palabras que mencioné anteriormente se presentaron ante mí, escuché y me di cuenta, “Sí, me he sentido desconfiada e insegura respecto a mi nueva tarea en el ministerio del campus”. Encontré a Dios diciéndome que creyera que yo tenía el don para la misión y que debía proceder con confianza.

Oratio: “oración”. Una vez que tomé conciencia del mensaje de Dios para mí, me puse a rezar. “Dios, ¿por qué me enfoco en mis defectos? Quiero confiar en tu llamado y en los dones que me diste. Ayúdame a creer en ellos y a compartirlos con los demás”. Esta oración puede ser espontánea o puede formalizarse. El Espíritu hablará en ti.

Contemplatio: la contemplación comienza una vez que entres en una especie de silencioso descanso en la amorosa presencia de Dios. Para mí, la contemplación es la tranquila paz que siento cuando tomo conciencia del total e incondicional amor y aceptación de Dios hacia mí. Descansa en este espacio hasta que te sientas listo para regresar a la lectura.

Contempla la totalidad
Estos cuatro movimientos de la experiencia de la lectio divina no necesariamente ocurren cada vez que rezo con las Escrituras, ni tampoco siguen siempre esta secuencia. Hay veces cuando una palabra “brinca” al momento, el mensaje es claro e inmediatamente paso a la oración. En otras ocasiones la lectura me lleva a reflexionar profundamente y me quedo principalmente en meditatio. Por lo tanto, estos cuatro aspectos son experiencias a través de las cuales te guía el Espíritu. Lo más importante es que seas flexible y confíes en el movimiento del Espíritu.

A veces cuando rezo con las Escrituras me siento profundamente inspirada. Otras veces no me siento particularmente conmovida en ningún sentido. Cuando esto último sucede, no significa que haya fallado, o que Dios me haya fallado. Ya sea que lo note o no, la gracia de Dios está siempre presente y activa en la Palabra.

Silvia, una mujer que está considerando la vida religiosa, recientemente ha comenzado la práctica de la lectio divina. Aunque a veces ella “no siente nada”, se da cuenta de la gracia particular de orar con las Escrituras. Escribió esto sobre su experiencia: “Ningún ser humano me puede enseñar lo que me dice Dios. El diálogo es personal. Antes, seguía las señales de Dios. Ahora he comenzado a hablar con Dios… Hablar con Dios es tan simple. Él está esperando a hablar contigo. Reserva algunos momentos. Él quiere decirte algo importante”.

Elige un plan sencillo
Un plan sencillo para tu lectura te ayuda a mantenerte enfocado. Para principiantes, sugiero el Nuevo Testamento. En particular, los evangelios son la parte central de las Escrituras cristianas, y el Evangelio según San Marcos es un maravilloso punto de partida. Es el más breve de los evangelios y a veces se le llama también el “evangelio sobre la marcha” a causa del sucinto recuento que Marcos hace sobre los acontecimientos de la vida de Jesús. El de Marcos es el primer evangelio escrito, y tanto Mateo como Lucas lo utilizaron cuando escribieron sus propias versiones.

Una opción que sugiero para una regular lectio divina es hacer una “lectura continua” de algún libro de la Biblia. Simplemente, continúa cada día tu lectura en donde la dejaste el día anterior. Me gusta esta forma de hacer mi lectio; me da continuidad y puedo ir a mi propio ritmo. Cuando completo un libro, le pongo la fecha en una nota autoadhesiva y elijo mi siguiente libro.

Otro plan para la lectio divina, que muchos de mis amigos utilizan, es tomar una o más de las lecturas bíblicas diarias para la misa. Muchos sitios webs enlistan las lecturas diarias. Un ejemplo de esos sitios es la Conferencia Estadounidense de Obispos Católicos: www.usccb.org/nab. El sitio te permite imprimir los pasajes de las Escrituras para cualquier día del mes, así que no hay necesidad de buscar las citas en la Biblia.

Una clara ventaja de usar las lecturas diarias es que tarde o temprano se incluirán selecciones de casi todos los libros de la Biblia. También es útil porque las lecturas se eligen para reflejar la celebración de la fiesta particular de cada día o estación del año eclesiástico. Algunos de los que rezan con las lecturas diarias también aprecian que éstas los unen con la iglesia en todo el mundo.

Escucha la voz de Dios
Creemos que las Escrituras son la Palabra de Dios. Esta creencia es una certeza que no podemos tener con ninguna otra lectura. Pero aún así, nos damos cuenta de que las Escrituras se escribieron en el contexto de un tiempo, lugar y cultura en particular, lo cual debe tomarse en cuenta. Podrías preguntar, “¿Cómo puede un principiante abordar las Escrituras sin confundirse?

  • Comienza con una oración al Espíritu Santo. Las Escrituras son la Palabra de Dios y solamente se pueden abrir con la ayuda de Dios.
  • Piensa que Dios quiere comunicarse contigo. Comienza tu lectio con el deseo, la apertura y la disposición para escuchar, más que para cumplir con una agenda personal. Esto te abre para dejar al Espíritu a cargo.
  • En tu lectio divina, deja que Dios te hable acerca de ti. Una trampa común en el viaje espiritual es quedarse atrapado resolviendo los problemas de los demás en lugar de estar personalmente abierto a escuchar el llamado de Dios para uno mismo.
  • Sabrás que estás en el camino correcto cuando notes que comienzas a ser más pacífico, alegre, afectuoso, amable, paciente. Jesús dijo, “Por sus frutos los reconocerán” (Mateo 7:16). Comenzarás a ver los frutos del Espíritu (Carta a los Gálatas 5:22-26) creciendo en tu experiencia diaria. La transformación puede ser tan lenta e imperceptible como el crecimiento de un árbol, pero igual de segura.

El deseo de Dios
“Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos” (Apocalipsis 3:20).

A veces olvidamos que Dios desea estar más cerca de nosotros, entrar profundamente en nuestros corazones. Pero Dios no forzará la entrada. Dios tocará y esperará. A veces, el primer paso que tenemos que dar para abrir la puerta es reservar tiempo y tranquilidad suficientes como para escuchar. Con la lectio divina abrimos la puerta y le damos espacio a Dios en nuestros corazones.

Otra participante de un retiro que conocí hace poco, Anne, escribió sobre su experiencia de este encuentro. “Puedo resumir mejor la oración en mi vida como ensayo y error. En retrospectiva, mi error ha sido no permitirme a mí misma el estar con Cristo…”.

“En el pasado no he podido dejarlo atender a las necesidades más profundas de mi corazón. …(Entonces) me encontré con un grupo de hermosas e inspiradoras hermanas que me enseñaron a orar en el estilo de la lectio divina. La primera vez que realmente lo intenté, ¡sentí como si mi espíritu estuviera verdaderamente unido a Dios!... Ahora, cada día sé que me han dado nueva vida cuando rezo con la lectio divina, ¡y ofrezco alabanzas de gratitud porque existe una mejor manera de orar!”

Que la Palabra de Dios te abra las puertas hacia mejores maneras de orar.

La Hermana Rosann Ocken, O.S.B. es directora de vocación para las Hermanas Benedictinas Misioneras de Norfolk, Nebraska.

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