¿Qué significa decir que Dios me está llamando?

Share This
Print this Add your Event

CON FRECUENCIA ESCUCHAMOS decir que todos tenemos una vocación -pero, ¿qué es una vocación? He pensado mucho en esta cuestión porque he sido director vocacional. No es una “cosa” adentro de nosotros, ni es una “cosa” afuera de nosotros que debemos buscar como si fuera una caza del tesoro. Seguro, significa el “llamado de Dios” a nosotros, pero eso es solamente la traducción de la raíz de la palabra latina vocare, “llamar”.

Para poder comprender qué es realmente una vocación, o qué es lo que en verdad hacemos cuando buscamos descubrir nuestra vocación en la vida, puede resultar útil examinar dos posiciones en extremos opuestos. Como solía decirnos mi director de noviciado, con frecuencia la verdad se encuentra en algún lugar en el medio de ambas.

Medidas extremas

Una posición extrema es que Dios tiene un proyecto para cada uno de nosotros. Descubrir nuestra vocación en la vida es tratar de figurarnos ese proyecto y seguirlo. Si nos desviamos del proyecto para nosotros, nos desviamos de la voluntad de Dios, y nos perdemos. Hoy en día, la mayoría de nosotros vemos este modelo de entendimiento de la propia vocación de vida como un poquito rígido y poco plausible.

La posición en el otro extremo es que el llamado de Dios es igual para todos –estar unidos a Dios y usar nuestros dones en servicio del prójimo. La manera en que lo hagamos depende de cada quien. En este punto de vista, a Dios realmente no le importa cómo lo hagamos, siempre y cuando sí lo hagamos. Este enfoque concibe a Dios más bien como alejado y poco involucrado, casi indiferente. Ciertamente éste no es el Dios judeo-cristiano de las Escrituras, quien está personalmente activo en nuestras vidas e historia.

Un punto de vista intermedio proviene de mi tradición ignaciana jesuita, la cual concibe a Dios como activa y personalmente involucrado en la vida de cada quien. Dios nos habla directamente en nuestros corazones, mentes, y almas a través de nuestros pensamientos y sentimientos, y a través de nuestros impulsos y deseos. Sin embargo, no todos nuestros pensamientos, impulsos y deseos provienen de Dios. Por lo tanto, tenemos que discernir cuáles provienen de Dios y cuáles no. Dios está comprometido en un diálogo de por vida con nosotros. Nuestro papel en el diálogo es poner atención, escuchar y tratar de responder.

En esta manera ignaciana descubrimos que Dios nos llama poniendo atención a lo que nos proporciona más vivacidad, energía y alegría. ¿En dónde recaen tus intereses y cómo ordenarás tu vida para perseguir esos intereses? Algunos pueden tener una pasión por el arte o la ciencia y un profundo deseo de casarse y tener hijos. Otros tal vez quieran enseñar o actuar y encuentran que su pasión puede realizarse mejor en el contexto de una vida religiosa o en el sacerdocio.

Dios habla a través de nuestras experiencias

Entonces, una vocación es literalmente un “llamado de Dios”, un llamado que oímos escuchando la voz de Dios en nuestro interior mientras Dios nos habla a través de nuestras experiencias internas y externas. Escuchar el llamado de Dios es un proceso interactivo –un diálogo– entre Dios y nosotros.

Si observamos los llamados más serios y representativos en las Escrituras, vemos que este patrón se confirma. Ya se trate de Abrahán, Moisés, Samuel, Jeremías, María, Jesús o Pedro, de alguna manera todos ellos escuchan la voz de Dios, a menudo en el interior de sus corazones y en ocasiones a través de experiencias externas. Sin importar cómo oigan la voz de Dios, cada una de estas personas ejemplares de las Escrituras finalmente responde abierta y generosamente. Después de un tiempo, sus llamados parecen obvios y literalmente definen quienes son ellos. Pero este no es el caso inicialmente.

Al principio cada uno responde con confusión y duda. La reacción inicial de cada uno varía desde “¡No yo, Señor!” “Soy demasiado joven” (Jeremías) o “Tengo un tartamudeo” (Moisés) o “Soy demasiado pecador” (Pedro e Isaías) hasta “Nunca he tenido sexo, así que ¿cómo puedo dar a luz a un hijo? (María). Pero en la medida en la que trataron de escuchar atentamente y responder abierta y generosamente, finalmente descubrieron para qué los llamaba Dios. Y mientras más profunda se volvía la respuesta con el tiempo, era más claro su sentido de haber sido llamados. Ellos desarrollaron un genuino y profundo sentido de vocación.

Así que cuando dicen que todos tenemos una vocación de vida, lo que significa es que Dios nos habla a cada uno de manera personal y tiene una preferencia para cada uno de nosotros. Si escuchamos y respondemos, desarrollamos un sentido de claridad sobre aquello que es nuestra vocación de vida.

Es en verdad una maravillosa, gozosa experiencia tener conciencia en este sentido. Al mismo tiempo, es importante recordar que nuestra primera intuición sobre una vocación raramente va acompañada de mucha paz y claridad. Usualmente va acompañada de duda y confusión –tal vez incluso de ansiedad. Mantenerse fiel a la conversación con Dios con el tiempo trae un creciente sentido de claridad acerca de los que es correcto para ti –lo que te traerá paz y alegría.

Si actualmente estás discerniendo tu llamado y estás experimentando incertidumbre, confía en que Dios te está hablando y que, si tratas de escuchar y responder, encontrarás el camino.

Disfruta el viaje. ¡Que Dios te bendiga en cada paso!

El Padre Warren Samaza, S.J. es el director vocacional jesuita de Upper Midwest and Great Plains states.

Comments

Sponsors
Sponsors

SOCIALIZE

Follow Us

CALENDAR

Click on a date below to see the vocation events happening that day!