Lo que aprendí como novato

Share This
Imprimir Agrega tu Evento

Una de las bendiciones de mi noviciado fue aprender a dejarme amar por Dios en primer lugar.

Imagen: Una de las bendiciones de mi noviciado fue aprender a dejarme amar por Dios en primer lugar.


Lo que inicialmente me atrajó a la vida religiosa fue la oportunidad de servir a los demás desde el campo religioso, ya que yo había estado involucrado en la Iglesia, prestando diversos servicios y siendo parte de varios grupos. Una vez que entré al noviciado (un período de preparación para ser un miembro de una orden religiosa), me enteré que durante el noviciado no se nos permitiría participar en cualquier ministerio durante ese año.

¡Que sorpresa me llevé! Yo estaba acostumbrado a reunirme en grupos parroquiales y a ayudar de vez en cuando por medio de organizaciones caritativas, y de repente, una vez comenzado el noviciado ya no podía hacerlo más. Me sorprendió esta regla, la cual veía como una prohibición absurda.

Con el pasar de los meses, me di cuenta de la sabiduría detrás de esta regla que me incomodaba tanto. Gracias a mi maestro de noviciado, me pude dar cuenta de que la prohibición me incomo-daba por una razón. Pero solamente fue después de entrar en un nuevo ritmo de vida que pude mirar en mi interior y descubrir esa razón. Antes de mi noviciado, yo vivía a la carre-ra, muy ocupado. En cambio en el noviciado, aunque todo el día estaba marcado por un horario riguroso, muchos de los espacios de tiempo estaban dispuestos para la oración y la soledad. La quietud me llevó a la introspección, y a un conocimiento más profundo de mi mismo.

Un dicho que escuché alguna vez, proveniente de los aborígenes de Australia, dice que es bueno dejar de correr y sentarse de vez en cuando, para que así, nuestro espíritu nos alcanze y no se quede atrás. Para mí, el noviciado fue un dejar de correr, y sentarme y dejar que mi alma se pusiera al día conmigo.

No fue fácil. No es fácil afrontar aquellas cosas de las que hemos estado huyendo, y seguramente sin darnos cuenta. Pero poco a poco fuí entran-do dentro de mi mismo, y empecé a darme cuenta de que mi ansia de servir a los demás estaba arraigada en un vacío en mi interior. Fue por gracia de Dios caer en cuenta que a un nivel subconsciente yo creía que si ayudaba a los demás, iba a ser aceptado por los demás, y por Dios. Después de todo, todos tenemos una profunda necesidad de ser aceptados, y de alguna manera u otra buscamos satisfacer esta necesidad de aceptación.

Una de las bendiciones de mi noviciado fue aprender a dejarme amar por Dios en primer lugar. Dejarme aceptar por Dios, sin tratar de ganarme su amor con buenas obras. Me di cuenta que mientras yo estaba tratando de ganar gotas de aceptación con servicio a los demás, en el silencio de mi corazón, me encontré que Dios estaba dispuesto a darme todo un mar de aceptación. Ahora cuando tengo el privilegio de servir en algún ministerio, lo hago con la alegría de saber que Dios ya me ha aceptado totalmente como hijo suyo en Cristo.

Hermano Carlos Medina, O.S.A.
Hermano Carlos Medina, O.S.A. es miembro de la Orden de San Agustín y vive en San Diego, California.

Comentarios

SOCIAL

Síguenos

CALENDARIO

Haz clic en una fecha del siguiente calendario para ver los eventos vocacionales que se realizarán ese día.