6 cosas que el papa Francisco quiere que sepas

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Pope Francis

El papa Francisco no oculta su propia alegría, y anima a los cristianos a renovar su encuentro con Jesús, nuestra fuente de alegría.


El papa Francisco publicó su primera exhortación apostólica en 2013, un mensaje con la longitud de un libro llamado Evangelii Gaudium, que se traduce al español como "La alegría del Evangelio". Comienza "La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús" y expone en un lenguaje sencillo y accesible cómo poder darse cuenta de esa alegría aquí y ahora.

Desde el momento en que fue elegido, el papa Francisco hace hincapié en palabra y obra sobre los temas de misericordia, alegría, servicio, sencillez y cercanía con Cristo. La Evangelii Gaudium enfatiza muchos de esos mismos temas, ya que busca alentar a los fieles a compartir la Buena Nueva. A continuación se presentan seis mensajes clave, aunque hay muchos más. Para una exploración más profunda, la Evangelii Gaudium está disponible en formato impreso y en libro electrónico y se puede descargar de forma gratuita en vatican.va.

Sé alegre

Como está presente en el título y en la primera frase, vivir con alegría es obviamente un tema principal del mensaje. El papa Francisco no oculta su propia alegría, y nos anima a los cristianos a renovar nuestro encuentro con Jesús, nuestra fuente de alegría. Al mismo tiempo, el papa nos recuerda que la alegría no significa una vida libre de angustias, sino más bien una vida arraigada en la esperanza de la Resurrección.

Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría (Evangelii Gaudium, sec. 1).

La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera (Evangelii, sec. 21).

Por último, la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización (sec. 24).

Los desafíos están para superarlos. Seamos realistas, pero sin perder la alegría, la audacia y la entrega esperanzada. ¡No nos dejemos robar la fuerza misionera! (sec. 109).

Mantén tus raíces en la oración

El Santo Padre repite muchas veces que la evangelización es una consecuencia natural de una verdaderamente estrecha relación de una persona con Dios. La transformación constante y el crecimiento para convertirse en una persona centrada en Cristo tienen lugar en la oración, que nos sostiene y nos motiva.

El mensaje de Cristo debe pasar realmente a través del predicador, pero no sólo por su razón, sino tomando posesión de todo su ser (sec. 151).

Sin momentos detenidos de adoración, de encuentro orante con la Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las dificultades, y el fervor se apaga. La Iglesia necesita imperiosamente el pulmón de la oración, y me alegra enormemente que se multipliquen en todas las instituciones eclesiales los grupos de oración, de intercesión, de lectura orante de la Palabra, las adoraciones perpetuas de la Eucaristía (sec. 262).

La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer? La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón. Si lo abordamos de esa manera, su belleza nos asombra, vuelve a cautivarnos una y otra vez. Para eso urge recobrar un espíritu contemplativo, que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva. No hay nada mejor para transmitir a los demás (sec. 264).

Sé un oyente

El papa nos anima a escuchar a Dios y a aquellos a los que les ofrecemos el mensaje cristiano. La lectura, el estudio y la contemplación de la escritura son importantes formas de escuchar a Dios. Escuchar a otras personas es el punto de partida para compartir el Evangelio con ellos.

Hay una forma concreta de escuchar lo que el Señor nos quiere decir en su Palabra y de dejarnos transformar por el Espíritu. Es lo que llamamos «lectio divina». Consiste en la lectura de la Palabra de Dios en un momento de oración para permitirle que nos ilumine y nos renueve (sec. 152).

En la presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno preguntar, por ejemplo: «Señor, ¿qué me dice a mí este texto?» (sec. 153).

Simplemente quiere que miremos con sinceridad la propia existencia y la presentemos sin mentiras ante sus ojos, que estemos dispuestos a seguir creciendo, y que le pidamos a Él lo que todavía no podemos lograr (sec. 153).

Necesitamos ejercitarnos en el arte de escuchar, que es más que oír. Lo primero, en la comunicación con el otro, es la capacidad del corazón que hace posible la proximidad, sin la cual no existe un verdadero encuentro espiritual. La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la tranquila condición de espectadores. Sólo a partir de esta escucha respetuosa y compasiva se pueden encontrar los caminos de un genuino crecimiento, despertar el deseo del ideal cristiano, las ansias de responder plenamente al amor de Dios y el anhelo de desarrollar lo mejor que Dios ha sembrado en la propia vida (sec. 171).

Ve más allá de ti mismo

La verdadera fe, dice el papa Francisco, nos empuja al mundo para buscar el bien común y llegar a aquellos en los márgenes de la sociedad. Una persona complaciente, enfocada hacia el interior o parroquia no está siendo fiel a la llamada de Jesús. La evangelización, Francisco nos dice, no tiene que ver simplemente con convicciones internas de un individuo, sino más bien tiene que ver con el conjunto de la sociedad.

Por consiguiente, nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. ¿Quién pretendería encerrar en un templo y acallar el mensaje de san Francisco de Asís y de la beata Teresa de Calcuta? Ellos no podrían aceptarlo. Una auténtica fe —que nunca es cómoda e individualista— siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra. Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto, y amamos a la humanidad que lo habita, con todos sus dramas y cansancios, con sus anhelos y esperanzas, con sus valores y fragilidades (sec. 183).

Mantente atento a los pobres y vulnerables

Ser discípulo de Jesús significa centrarse en la gente que Jesús hizo: los pobres y vulnerables. El Santo Padre dedica toda una sección de su exhortación a lo que él tituló "La inclusión social de los pobres". Desde que inició su papado, Francisco ha hecho hincapié en que una parte esencial del seguimiento de Cristo está dedicando a aquellos que son más débiles y marginados. Los cristianos están llamados a trabajar por la justicia, los derechos humanos y el auténtico desarrollo humano para los pobres.

De nuestra fe en Cristo hecho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad (sec. 186).

La solidaridad debe vivirse como la decisión de devolverle al pobre lo que le corresponde (sec. 189).

En cada lugar y circunstancia, los cristianos, alentados por sus Pastores, están llamados a escuchar el clamor de los pobres (sec. 191).

Recuerda que María está a tu lado

El papa Francisco termina su exhortación apostólica con un recordatorio de que María es la "Madre de la Evangelización". Ella es nuestra compañera de apoyo en la oración y al tratar de ser fieles discípulos y proclamar la Buena Nueva.

Jesús nos dejaba a su madre como madre nuestra. Sólo después de hacer esto Jesús pudo sentir que «todo está cumplido» (Jn 19,28). Al pie de la cruz, en la hora suprema de la nueva creación, Cristo nos lleva a María. Él nos lleva a ella, porque no quiere que caminemos sin una madre, y el pueblo lee en esa imagen materna todos los misterios del Evangelio. Al Señor no le agrada que falte a su Iglesia el icono femenino. Ella, que lo engendró con tanta fe, también acompaña «al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús» (Ap 12,17) (sec. 285).

Las últimas palabras de Francisco en la Evangelii Gaudium son una oración a María:

Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros.
Amén. Aleluya.


Artículo relacionado: vocationnetwork.org, El papado: cinco razones por las que los adultos jóvenes aman al papa, Vision 2015.

Carol Schuck Scheiber
Carol Schuck Scheiber es la editora de contenido de la Guía Vocacional VISION y editora de HORIZON, la revista de la Conferencia Nacional de Vocaciones Religiosas (NRVC).

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