Diez grandes cosas de ser católico

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Rosary beads on an open Bible

¿TE BAUTIZARON DE BEBÉ? Si eres como la mayoría de los católicos, esa es la manera como te uniste a la iglesia. El bautizo de infantes tiene obvias ventajas. La temprana vacuna contra el pecado original, una garantía de una nueva vida en Cristo, y membrecía en la iglesia –nada de esto despreciable. Pero hay una desventaja en comenzar tu vida como católico mientras estás aún en pañales: ¡no tienes ni idea en lo que te estás metiendo! En este aspecto, el bautizo de infantes parece tener todo el encanto de un reclutamiento. Si resulta que cumples con los criterios –en la mayoría de los casos, ya solamente con tener padres católicos– estás dentro. Sin embargo, abrazar una identidad católica es algo completamente distinto a andar portando una credencial de miembro de la iglesia. Algunos pueden conformarse con un bautizo, una boda o un funeral en la iglesia y sentir que han obtenido lo mejor de ella. Pero si eliges vivir todos los demás momentos desde la perspectiva de la cosmovisión católica, puedes mejorar tu vida más allá de lo que puedas imaginar. Lo que viene a continuación son 10 cosas buenas para descubrir por ti mismo acerca de la belleza e integridad de la vida católica auténtica. Observa cómo muchas ventanas de gracia están ya abiertas para ti, y cuántas más podrías explorar. También puedes agregar a esta lista las cosas que te maravillan y asombran sobre la iglesia.

1. Nos inclinamos ante el misterio

La palabra misterio tiene un significado particular en la cultura popular. Podemos pensar inmediatamente en detectives tratando de resolver crímenes, o en películas de suspenso con algún monstruo asechando a su próxima víctima. Nuestra asunción básica del misterio es de algo que debe ser descubierto o resuelto. Pero el sentido más amplio y más religioso del misterio es de algo que no puede ser resuelto por la razón humana o incluso percibido por los sentidos humanos. Esta es nuestra primera comprensión sobre quién es Dios –un Ser infinito, eterno y esencialmente incognoscible por las limitadas mentes mortales. Podemos ponderar los misterios religiosos pero nunca llegaremos al final de ellos. Por lo tanto, meditamos sobre cómo Dios se encarnó en un ser humano, cómo una virgen pudo ser madre, cómo un hombre crucificado se levantó de la muerte, o cómo un día, los últimos serán los primeros.

2. La historia de Dios es nuestra historia

Para todos los cristianos, la Biblia es el fundamento de nuestra fe. Pero no es un libro de historia acerca de cómo el mundo llegó a ser, o de historias de la gente de hace mucho tiempo. Nosotros creemos que la Palabra de Dios está viva, que estas historias son más grandes que la Historia y más ciertas que un simple recuento del pasado. Los católicos no acuden a la Biblia para explicar o reemplazar el conocimiento científico acerca del mundo. Aceptamos esas historias como la manera en que los antiguos compartían lo que iban aprendiendo sobre el Dios que los llevaba a ser más plenamente humanos. Ellos llegaron a creer que la historia de Dios es también la historia de la humanidad, porque nuestro origen y vida está en Dios. Cuando leemos la Biblia, encontramos nuestra propia historia escrita en sus páginas.

3. No hay “imparcialidad” cósmica

Sin las escrituras, estaríamos forzados a considerar dos ideas más bien inquietantes sobre la realidad tal y como la conocemos. Una es que las cosas suceden al azar y que nada importa ni tiene un significado. Por difícil que parezca, la otra idea es igualmente triste: que Dios entrega premios y castigos de acuerdo a una escala de justicia fríamente precisa. ¿Quién de nosotros quiere hacer frente a la justicia perfecta? Pero de acuerdo a la historia de la salvación –otro nombre para el plan de Dios según lo ilustra la Biblia– Dios desea que nos salvemos, no que nos condenemos. Debido a que no somos lo suficientemente buenos para enfrentar una justicia imparcial, Dios elige en cambio ejercer la misericordia. Si buscamos la misericordia de Dios, nuestros pecados son perdonados. ¡Es por eso que llamamos al evangelio “las buenas nuevas”!

4. Encontramos lo sagrado en lo común

Hemos dicho que Dios es incognoscible, pero ese no es el final de la historia. Dios está más allá de nuestra comprensión, pero Él quiere que lo conozcamos. Dios nos creó del amor, y el amor siempre busca la cercanía con lo amado. Así que Dios revela la divina presencia y el propósito a las personas de la Biblia, gente como nosotros mismos –en parte santos y en parte pecadores. Dios también expresa la divina voluntad en la vieja ley del Antiguo Testamento. Finalmente, Dios entra en la historia humana directamente a través de la persona de Jesús, quien es Hijo de Dios y uno con Dios en una única manera. A su vez, Jesús nos da una forma perdurable para encontrar su presencia en lo que la iglesia llama hoy los sacramentos. En las cosas comunes –agua, aceite, pan, vino, el tacto, las palabras, un anillo, una promesa– nos encontramos con la santa presencia de Dios una vez más.

5. Muchos caminos conducen a la oración

Rezar es ante todo comunicación, y existen incontables maneras de hacerlo. Algunos rezan en silencio, consientes de la presencia de Dios. A otros les gusta cantar –San Agustín llamaba al canto “orar dos veces”. Algunos se sienten naturalmente atraídos a oraciones formales de repetición como el rosario o las novenas. Las Estaciones de la Cruz, una oración en movimiento, nos recuerda que todos somos peregrinos en un viaje espiritual hacia nuestro verdadero hogar. La oración en grupo es con frecuencia simplificada mediante el uso de un ritual como la Liturgia de las Horas, también conocida como Breviario. La máxima oración de la comunidad católica es la misa en sí, en la que celebramos los misterios centrales de nuestra fe: “Cristo ha muerto, Cristo ha resucitado, ¡Cristo vendrá otra vez!”

6.Hemos encontrado la iglesia, y somos nosotros

El significado de la palabra iglesia es muy amplio. La usamos para describir el edificio en el que veneramos a Dios, pero también se refiere a una autoridad que nos gobierna –para los católicos, usualmente significa el Vaticano, los obispos y otros clérigos, o el conjunto general de personas que están en la nómina de la oficina de la parroquia. Como con frecuencia nos referimos a la iglesia como algo o alguien que “allá afuera”, debemos recordarnos conscientemente que nosotros somos la iglesia, el Cuerpo de Cristo. Hemos sido llamados por Dios y capacitados a través de los dones de Espíritu Santo para llevar la presencia de Cristo en el mundo de hoy. ¡Tú llevas contigo la “iglesia” adonde quiera que vayas!

7. El cuerpo tiene muchas partes

Todos los que están bautizados son conocidos como el “Pueblo de Dios” de acuerdo con las enseñanzas de la iglesia. El Pueblo de Dios tiene una noble vocación para vivir esa identidad con dignidad e integridad. Encontramos apoyo para ese llamado a través del servicio de nuestros líderes religiosos –el papa que rige y coordina la iglesia a nivel mundial; el colegio cardenalicio que supervisa vastos territorios; los obispos en sus magisterios en cada diócesis, y los pastores que guían cada parroquia. Se suma a lo anterior el trabajo de hermanas y hermanos religiosos, monjes y monjas de clausura, misioneros, líderes laicos y maestros, padres dedicados, y un sinnúmero de organizaciones afiliadas a la iglesia. Todos juntos, somos las manos y los pies, los ojos y los oídos y la voz de Cristo en el mundo de hoy.

8. Poseemos un tesoro antiguo y nuevo

Algunas iglesias cristianas mantienen que únicamente la Biblia enseña la voluntad de Dios al mundo. Los católicos creemos que la Biblia es fundamental en la revelación de los propósitos de Dios –y que Dios ha hecho otras revelaciones que son igualmente convincentes. La creación es la primera y más grande autoexpresión de Dios, porque Dios habló y se hizo el mundo, y entonces creó a la humanidad a su divina imagen y semejanza. Desde que Jesús dijo a sus discípulos “vayan, bauticen y enseñen a todas las naciones”, los católicos consideran que la iglesia en sí misma también tiene un papel que desempeñar para expresar la voluntad de Dios en el mundo. La autoridad magisterial de la iglesia, conocida como el Magisterio, busca expresar las esperanzas de Dios en la humanidad en cada nueva generación.

9. Iglesia es verbo

Mencionamos que la “iglesia” no es solamente a un edificio, sino también un pueblo. Para un mayor entendimiento, la iglesia es también algo que hacemos, y no solamente algo que somos. Nuestra vocación de “ser” iglesia nos compromete con un mundo en urgente necesidad de la presencia de Cristo. Y Jesús no estaba solamente presente para la gente; él vino y se puso a trabajar enseñando, sanando, bendiciendo y dando esperanzas a los desesperados. Él habló en defensa de los pobres, de los que sufrían y de los excluidos. Cuando nos involucramos en obras de justicia, trabajando para corregir el desequilibrio de poder en el mundo, estamos “siendo iglesia” más profundamente.

10. Vivimos de acuerdo a nuestras creencias

De manera natural, el hecho de ser humanos significa tomar decisiones morales. Puede parecer difícil en ocasiones, pero no es cosa del otro mundo. Una moral católica está formada por muchos principios, entre ellos la idea de que la vida humana le pertenece a Dios y no a nosotros. Es la razón por la que tomamos una postura moral alejada del aborto, la pena capital, la eutanasia, la ingeniería genética y todo conflicto bélico evitable. Es también por lo que apoyamos la fidelidad en el matrimonio, el bienestar de los niños y las políticas públicas que conduzcan a la justicia y la paz. Como Jesús lo expresó sucintamente, “Amaos los unos a los otros”. Todavía es el mejor consejo moral que hay.

Alice Camille es la autora de Invitation to Catholicism (ACTA Publications) y columnista regular en la revista U.S. Catholic.

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