Ashes
Segundo de una serie sobre la Cuaresma. La primera vez que lo escuchas es desconcertante: “Señora (o señor), tiene algo sucio en la cara”. ¡Nadie quiere ser descuidado en cuestiones de higiene! Pero después de algunos años, usar cenizas en público durante el Miércoles de Cenizas parece algo casi natural. Ofrece oportunidades para atestiguar lo que crees mientras explicas que no es una mancha accidental lo que está en tu frente, sino una decisión deliberada: ser marcado(a) con el conocimiento de lo que realmente significa tu mortalidad.

Las cenizas son un antiguo símbolo de mortificación. Asociadas con frecuencia con el uso de arpillera –una tela áspera usada para fabricación de bolsas para semillas– cualquier ocasión que garantizara la expresión de pena, penitencia o súplica, podría involucrar cenizas esparcidas, o revolverse en ellas, o mancharse con ellas. Tal adorno invertido definía el espíritu humilde de quien lo usaba, y tanto hombres como mujeres podían usarlo en tiempos de auto sacrificio. Asimismo, rasurarse el cabello o la barba podía acompañar dichos gestos, al igual que el ayuno. ¡Alguien reluctante a ser señalado con cenizas una vez al año debería considerar las alternativas!

Los profetas recomendaban estas señales cuando la maldad de los tiempos así lo requería. Daniel mismo adoptó la oración, el ayuno, la arpillera y las cenizas durante el periodo del exilio de Israel. En los evangelios, Jesús reprende a las impenitentes ciudades judías comparándolas con ciudades paganas que mucho tiempo atrás deberían haberse puesto arpilleras y cenizas en vergüenza por crímenes semejantes. El mensaje es claro: un signo de penitencia visible y externo es un audaz primer paso en la real conversión del corazón humano

Así que los católicos comienzan la época anual de su arrepentimiento adoptando la marca de las cenizas. Y digo “comienzan”: 40 días de ayuno, oración y caridad deben continuar a partir de ese momento. Muchos han señalado que Jesús acusa a los fariseos de hipocresía cuando se ubican en las esquinas de las calles exhibiendo las señales de su ayuno para que todos las vean. En cambio, Jesús les aconseja a sus discípulos lavarse las caras y ungir sus cabezas mientras ayunan. Eso para evitar la tentación de ser vistos haciendo lo que es bueno –y ser recompensados en el acto con la buena opinión de los demás.

En un clima social impresionable por la apariencia de piedad, era mejor ocultar esas señales. Sin embargo, la cultura moderna está más encandilada por el brillo del glamour que por el rosario colgando de tu espejo retrovisor. El efecto de las cenizas nos sirve para acordarnos de que “polvo somos y en polvo nos convertiremos”. Con el recordatorio de la mortalidad pegado a nuestra frente cada minuto, es sabio hacer caso del llamado cada Miércoles de Ceniza de no malgastar ni un instante, sino “arrepentirnos, y recibir las Buenas Nuevas”.

Escrituras
Isaías 58:5-6; Jeremías 6:26; Ezequiel 27:30-31; Daniel 9:3; Mateo 11:21; 6:5-7, 16-18; 23:5; Lucas 10:13; también Génesis 3:19

En línea
St. Leo the Great on Lent, 5th century homily

Libros
Forty Days Plus Three: Daily Reflections for Lent and Holy Week by John J. McIlhon (Liturgical Press, 1989)
Days of the Lord: The Liturgical Year, Vol. 2: Lent (Liturgical Press, 1993)


Reprinted with permission from PrepareTheWord.com. ©TrueQuest Communications.

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